Aviso!!

Las entradas o "capitulos" de este blog están ordenadas del revés. Como se trata de una especie de historieta tendreis que empezar desde abajo y seguir hacia arriba.

jueves, 31 de mayo de 2007

4. ROBERTO: Cabeza de turco

Mi novia está buenísima. De eso nos dimos cuenta mis amigos y yo desde el día que la conocimos a ella y a sus amigas, hace ya 7 años. Vamos, que ella y sólo ella fue el motivo de que aquella noche nos acercáramos a aquel grupito de universitarias alegres y desinhibidas. Y claro, cinco buitres rodando a la misma, suele ser una mala estrategia, así que empleamos el Plan de Emergencia: el menos agraciado es el encargado de ir el primero al grupo de chicas y despistar a la típica amiga fea que suele ser la encargada de ahuyentar a los moscones, mientras el resto entran por la puerta trasera, para centrar la atención de la guapa y demás amigas que pueden servir como “segunda opción” si la diosa nos da puerta. Lo malo del plan, es que “el menos agraciado” era yo, por lo que mis probabilidades de ligar con la buenorra quedaban muy reducidas… ¡¡no sabéis el esfuerzo que supone tener entretenida toda la noche al cardo borriquero!!

Desde el primer momento, Santi, el más cabrón, con cara de ángel y palabrería de casanova, se llevo al huerto a Rebeca, la buenorra. ¡¡Me jodío tanto!! Que cuando el cardo borriquero (también conocida como Gema) me dijo que compartía piso con ella y que estaba harta de oírla en la habitación de al lado con sus amiguitos de cada fin de semana, se me fue la cabeza… “¿Ella? Pero si tú eres mucho más guapa. Desde que te he visto he sabido que quería conocerte… ¡necesitaba conocerte!”. A la tía le cambió la cara de repente, y paso de criticar y despellejar a su querida amiga, a decir que ya era hora de conocer a un tío que mirara a los ojos y no a las tetas… En ese momento, vi salir a Rebeca con Santi, que llevaba una sonrisa de oreja a oreja y se despedía con gesto victorioso del resto de los amigos...¡cabronazo!. Entonces, me cegué (vamos, que cerré los ojos bien cerrados para no ver lo que iba a hacer) y me lancé a la yugular de Gema. La chica no puso pegas, más bien todo lo contrario y no tardó mucho en preguntar: “¿Vamos a mi casa?”

3. REBECA - Rabia y Amortiguadores

“¿Sábes?, estoy hasta el coño de ti”; “Me tienes harta, por mi te puedes ir yendo a tomar por el puto culo!!”; “Capullo!!”

¡Qué tio!. No puedo soportar que me tenga que estar diciendo cada dos por tres que no hable con otros tíos por internet. Si sabe de sobra que yo nunca le engañaría con otro y, en el hipotético caso de que apareciera un tipo que me gustara tanto como para renunciar a lo que tengo, se lo haría saber de antemano. Nunca le engañaría.

A pesar de las mil y una manías que tiene y los millones de discusiones que nos hacen enfadar casi a diario, se que Roberto es el hombre de mi vida. Estoy segurísima. No como él, que es la inseguridad personificada. Yo he sido el trofeo a una larga labor de cortejo por su parte (¡fue detrás mio durante casi dos años!) y no quiere perderme por nada del mundo. Él nunca me engañaría. Yo soy la mujer de su vida. De eso estoy segura.

Pero, al parecer, discutir es nuestro destino. Nos gusta. Nos encanta. Posiblemente sea por el premio de la reconciliación. Después de las lagrimas de rabia por mi parte y los nudillos destrozados contra la pared por la suya; una llamada, un acercamiento tímido, un “lo siento”, un besito y luego un “polvo del siglo”. Cualquier día se nos caen las ruedas del coche al suelo. Es lo que tiene no tener casa todavía. Ya tenemos una edad, una larga relación y sendos trabajos estables, pero no sé porqué aun no nos hemos planteado el comprar una casa y convivir. Imagino que eso viene solo, que llega un momento en que te entran las ganas de comprarte una casa. Ya no es broma cuando le digo que le pase revisión a los amortiguadores…

jueves, 24 de mayo de 2007

2. LUCAS - Paruresis

Paruresis. Menudo nombrecito. A una de mis ex novias le envié un mensaje con el móvil comunicándole que sufría paruresis cuando me enteré de que así se llamaba mi problema…
Cariño. Tengo Paruresis. Es terrible.” No tardó en llegar la respuesta: “Qué es eso?? No me asustes por favor…”. Me partí el culo.

El miedo o incapacidad a orinar en público, como por ejemplo en los baños de una discoteca, es denominado paruresis, o síndrome de vejiga tímida. Me parece muy gracioso que se le ponga nombre a ese tipo de problemas. Es una gilipollez, imagínate en un pub “Por favor, ¿podéis salir del servicio?, es que tengo paruresis…” ¿con que cara te miraría la gente?. Lo más probable es que te partan la cara y entonces te mees encima, pero de miedo.

Todas estas tonterías estaba pensando yo esa noche, en el único pub del pueblo. Concretamente mientras intentaba mear en los servicios, que, efectivamente, estaban llenos de gente. Desistí. Me piré con la orina todavía en la parrilla de salida. Vuelvo a la barra, donde estaban mis amigos poniéndose hasta las trancas de cubatas y riéndose a carcajada limpia unos de otros. Somos así de cabrones. Me senté un rato con ellos con cara de amargado. Me daba vergüenza decirles que vengo del baño y no he meado. “¿Otra ronda?”. No gracias. Estaba a punto de reventar. “Tios, salgo fuera a llamar por teléfono, vale?”… Nadie me escuchó, estaban ahí a la suya. Salí, busqué un callejón oscuro, en poco tiempo encuentro uno, doy gracias a Dios y lo solté todo. Parecía que no meaba en años… ¡Que alivio!.

miércoles, 23 de mayo de 2007

1. MARIA: Dieciseis veces con la misma piedra

¿Por qué un tío se tira toda la noche detrás tuyo pidiéndote el móvil y después no te llama? ¿Para qué lo quiere? ¿Es que se los colecciona? He perdido la cuenta de cuántos hombres me han hecho eso. Da igual lo que pase esa noche, la historia siempre acaba igual. Y después, te tiras una semana e incluso dos, mirando constantemente el móvil, en busca de un mensaje, una llamada perdida de una llamada que se ha producido en el mismo instante que te metiste en la ducha, o comprobando la línea, por si es que el móvil se ha estropeado. El móvil, en consecuencia, acaba siendo una prolongación de ti misma, porque esta vez, estás segura, esa llamada se hará o ese mensaje llegará. Pero al final, nunca pasa. Y si el hombre es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, la mujer es capaz de tropezar dieciséis veces con el mismo tipo de imbécil. Sí, esta es mi espera número dieciséis de que el imbécil de hace dos semanas de señales de vida (mentí, si que llevo la cuenta). Y si, soy tan ilusa que pensé que esta vez sería diferente. Fue una noche como las de siempre, en el pub de siempre, pero nuestra forma de “chocar” no fue como las de siempre…