Aviso!!

Las entradas o "capitulos" de este blog están ordenadas del revés. Como se trata de una especie de historieta tendreis que empezar desde abajo y seguir hacia arriba.

martes, 25 de diciembre de 2007

18. ROBERTO. It's raining... man

Esa noche no pude apenas dormir. Tras mi humillación pública en el bar, llegué a casa y me encerré en la habitación. Por primera vez en mi vida, me salté la cena. Mi móvil sonó varias veces: era Gema. Sabía que había estado todo el día buscándome pero no tenía ganas de llamarle porqué no sabía qué inventarme. Así que le mandé un mensaje diciéndole que me había puesto enfermo y que le llamaría en cuanto me encontrara mejor. El móvil volvió a sonar, esta vez por la llegada de un mensaje. Era Ricardo diciéndome que les jodieran a todos y que para lo que quisiera que contara con él. ¡Qué grande era Ricardo! Creo que era la única persona del mundo que me respetaba.

Cerré los ojos e intenté no pensar en nada. Sobre todo, olvidarme de la puta cara de Santi y su insoportable risa. Empezó a llover de nuevo. Anoche también llovía… Recordé a Rebeca, con su pijama de vaquitas, cuando me abrió la puerta de su casa y aparecí ante ella totalmente mojado por el diluvio que estaba cayendo. Nunca la había visto tan tapada… pero le vi tan sensual como siempre. Era su boca, sus ojos, no se… pero era la provocación personificada, aun sin proponérselo.

Se quedó sorprendida al verme allí: “Gema no está…Tenía cena de empresa, ¿no te ha avisado?” “Lo se, acabo de hablar con ella…” “¿Entonces…?” Tardé en contestar, realmente no había planeado ir allí, lo había hecho sin más, sin pensar en qué diría al llegar. “Es que me ha dicho que te habías puesto enferma y no se, he venido… quería saber como estabas…” Me puse tan rojo que creo que el ardor de mis mejillas hizo que se evaporara parte del agua que me chopaba de cabeza a pies. Ella estaba más extrañada si cabe, con mi explicación. “No tenias que haberte molestado… Sólo ha sido un desmayo, una bajada de tensión, pero ya estoy bien”. “Bueno, es que me lo ha dicho y me he preocupado, quería saber como estabas, quería ver que estabas bien…” Ni si quiera me atrevía a mirarle a los ojos, creía que estaba haciendo el mayor ridículo de mi vida. “Pasa” “¡¿Qué?!” “Pasa” “De verdad, no quería incomodarte, sólo quería…no tienes que molestarte en…” “Pasa, por favor”. Me cogió de la mano y me hizo entrar casi a rastras.

Me insistió en que me cambiara de ropa para que no me resfriara (tenia un cajón de ropa propia en la casa, del tiempo que pasaba allí) y me preguntó que cómo era posible que no llevara paraguas si hacía horas que estaba lloviendo. “No se” dije yo. La verdad es que había telefoneado a Gema desde mi casa, y en cuanto colgué salí disparado. Sin chaqueta y sin paraguas, sólo pensando en que Rebeca se había desmayado y que necesitaba ver que estaba bien.

La mirada de Rebeca cambió, la inicial sorpresa se había desvanecido y en su lugar no se bien que apareció. No sabría definirlo. No era su clásica mirada insinuante, con la que conseguía volverme literalmente loco. Estaba más serena, tranquila… dulce. “¿Has cenado?” se me ocurrió preguntar. “No, estaba a punto de prepararme algo…” “¡No te levantes!” Le dije poniéndole las manos en las rodillas para evitar que se pusiera en pie. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos, callados. Por primera vez, dejó de intimidarme y mirándole directamente a los ojos, le susurré: “Déjame a mi, déjame que esta noche te cuide…”

viernes, 21 de diciembre de 2007

17. Rebeca - La cama se hizo para dormir

Estaba dormido a mi lado. Los dos estábamos desnudos. Gema acababa de llegar a casa. Roberto y yo nos pasamos toda la noche follando. Roncaba. Bueno, uno más que ronca…

“Shhh, Roberto… ¡Cállate! Tu novia ha llegado…” “¿eeh??... ufff… joder…” “cállate…”

En el pasillo se oyó como Gema volvía a abrir la puerta y se marchaba. Roberto ni se enteró…
Menuda noche, no sé si arrepentirme o no… No sé qué pensar. Todo es muy confuso en mi mente ahora. Desde que entró en casa como novio de Gema me resultó muy simpático y tierno, y siempre le he tonteado, aunque amistosamente… ¿o no? No lo sé… Ufff. Es un buen tio, más feo que un pecao, pero encantador en el fondo. ¿Me gusta?... Esta noche lo he pasado muy bien con él, no me he sentido incómoda en ningún momento… Aunque el si, jejeje. Le miro, durmiendo como un oso, porque, al menos físicamente, de angelito no tiene nada. Creo que me gusta… No! Es el chico mas feo con el que he estado con diferencia, pero posiblemente el que más, o mejor dicho, mejor interesado ha estado en mi… ¿Qué pensaran de mi?? He bajado mi listón de belleza hasta el suelo… Bah!, creo que eso me da igual ya… Estoy cansada de ser la putita del grupo... Roberto se despierta;

“mmmphfff… hola rebeca” ¡Que majo! Que sonrisa me ha dedicado… Creo que nunca nadie me ha sonreído así por la mañana. Se acerca torpemente, me abraza, me besa… Yo me aparto. “Eeeh.. ¿qué pasa??” No sé… No sé qué me pasa… Él bromea “¿Qué pasa? ¿anoche ibas demasiado borracha y ahora te has dado cuenta de lo que has hecho??” Yo no contesto… Dios!! No sé qué hacer… “Roberto, creo que deberías irte a casa…” Hay que ver lo rápido que perdió la sonrisa, pobre. “¿pero qué…?” “Roberto, por favor. Márchate antes de que vuelva a venir tu novia. Esto que hemos hecho no está bien…” “Pero Rebeca…” “¡No!, no me digas nada, por favor…” Roberto se calló. Tenía los ojos perlados… “Márchate Roberto, por favor…” La forma en la que Roberto me miró en ese momento nunca la olvidaré. Se levantó, se vistió y se marchó.

Yo estuve sentada en la cama unos 10 minutos pensando en nada. Nada en absoluto. De repente sonó el móvil… Era Gema. “¡Rebe!! ¿Tu sabes dónde está Roberto??” “Eeeem… ¿No se supone que estaba contigo, Gema?? “No, anoche no quedé con él… Y ahora estoy en la puerta de su casa, pero sus padres me han dicho lo mismo que tu… Que tendría que estar conmigo…” “¿Le has llamado al movil??” “Apagado o fuera de cobertura… Bueno da igual Rebe, perdona por despertarte… ¡Hasta luego!!” … Madre mía. ¡Qué marrón!. Hasta luego Gema…

jueves, 6 de septiembre de 2007

16. MARÍA: Número desconocido

Tras aquella noche intensa en la que conocí a Lucas, esperaba ansiosa su llamada. Eso es el problema de dar tu número pero no apuntarte el de la otra persona, que tienes que esperar a que el otro de el paso. Y en el fondo, eso a mí me viene bien, porque soy tan impaciente que acabaría dando a todos la errónea imagen de desesperada.

Sin embargo, Lucas no me hizo impacientarme demasiado. El lunes por la mañana, al encender el móvil, me llegó un mensaje que me indicaba que un número no registrado en mi agenda me había llamado a las 2:17 de la madrugada. ¡Vaya horitas, también! Pero lo importante es que había dado señales de vida. Durante la jornada laboral, me obligan a apagar el móvil, así que ese mediodía, cuando lo volví a encender, tenía una llamada de ese mismo número. ¡Qué puntería tenía para no pillarme nunca disponible! Durante la hora de la comida, no le quitaba ojo a la pantalla del móvil, deseando que volviera a sonar. Y claro, como soy una impaciente, me decidí a romper el hielo…

Mensajito: Hola! Qué tal todo? Recuperado de nuestra noche movidita? Espero que si. Me debes la mitad de un café, así que ya sabes… Un beso.

Mano temblorosa… ¿Enviar?... ¡Ok! Y ves cómo esas simples palabras vuelan en un segundo sin haber sopesado bien las consecuencias. ¡Ay! ¿Cuándo aprenderé a aguantar las ganas? Pero él me había llamado, ¿no? Así que no parecería que me moría de ganas de quedar con él, sólo que estaba siendo amable y dejando constancia de que había visto los avisos de sus llamadas. Los inconvenientes de estos actos impulsivos tan comunes en mí, es que acrecientan por 100 el ansia y la impaciencia. A cada minuto que pasa sin contestación, piensas que ya las has cagado, que te has precipitado, que has dicho algo incorrecto… mil cosas. Y así me quedé yo, hasta aquella noche, cuando la respuesta que tuve me dejó totalmente fuera de juego.

“Creo que te equivocas de persona. Ya veo que no pierdes el tiempo”

Como eran las 12 de la noche, mis neuronas estaban ya a bajo rendimiento y tardé en reaccionar. Llegué a dos conclusiones:

1) Sí, la había cagado, me había precipitado, había dicho algo incorrecto. Todo a la vez. Ese número no era de quién creía.
2) No sabía a quién había mandado el mensaje. Pero parecía que esa persona me conocía a mí, porque me estaba echando algo en cara.

Como veía que no era aquel día de suposiciones, decidí preguntar al número desconocido de quién se trataba, eso sí, por mensaje, por si acaso.

“Perdona por el error. Quién eres? Te conozco?”

La respuesta no tardó en llegar. Dos minutos después del envío, mi móvil vibraba informando de la llegada de un nuevo mensaje.

“Sí, me conociste hace tiempo. Olvidas pronto”

Vale, esa respuesta me daba nuevas pistas. Deducía que era hombre, seguramente de mi lista de ligues y claramente resentido conmigo. Teniendo en cuenta que los últimos tres se habían dado a la fuga tras un par de revolcones conmigo, los elimine por el momento de la lista de sospechosos. Todo indicaba que tenía que remontarme 2 años atrás, cuando conocí a Adrián.

Resumiré brevemente la relación que tuvimos: Por entonces, trabajaba en otras oficinas y el era uno de los comerciales con los que tenía que tratar semanalmente. Alto, guapo y tan atento, insistió varias semanas hasta que acepté cenar con él. Era todo dedicación hacia mi persona, halagándome a cada segundo. Vamos, que a más tiempo que pasaba con él, más claro tenía que… ¡no lo aguantaba! En nuestra quinta cita, no pude callarlo más y mientras me miraba con sus ojos de cordero degollado le dije: “Tenemos que hablar… sobre nosotros”. “Creía que no lo ibas a decir nunca… ¡pensaba que solo me había dado cuenta yo!”

Esas palabras me hubieran tranquilizado si no se le hubieran iluminado los ojos, dibujado una radiante sonrisa en la cara y cogido de la mano… “¡Hoy hacemos un mes!” “¿¡¡Qué!!?” Eso iba a complicar mucho el momento “no eres tú soy yo - no estoy preparada para una relación en este momento- estamos en distintas fases de nuestras vidas – podemos ser amigos - ya te llamo un día de estos para tomar un café”. Pero la cosa no acabó ahí ¡me sacó un anillo! (no de matrimonio - lo que me hubiera faltado para que me diera un paro cardiaco en ese mismo instante - , solo cómo regalo de mes-aniversario, no me quiero imaginar lo que regalaría al año…) Me empezó a echar el rollo de si era la mujer de su vida, que estaría dispuesto a todo por hacerme feliz y bla, bla, bla. No le estaba escuchando, en mi cabeza resonaba “Cállate, cállate, te mato, te mato, ¿por qué me haces esto?”. Y cuando intentó ponerme el anillo en el dedo…

“¡¡¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!” grité dando un bote hacia atrás. Todo el bar se me quedó mirando. Intenté autocontrolarme, nivelar la voz y reconducir la conversación. Toda esa parafernalia no me iba hacer achantarme, que si no, me veía a la mínima de cambio, casada con aquel plasta, tres churumbeles, 2 perros y un canario. “A ver, Adrián, a ver… ¿no crees que vas un poco rápido? ¡Cómo que un mes! Sólo hemos salido unas cuantas veces, nos estamos conociendo… eres muy buen chico…” “No te asustes, María. No te estoy pidiendo matrimonio… aún” Sonrió guiñándome un ojo. A mi me entró instinto asesino. “Sólo quiero mostrarte mi compromiso hacia ti. Yo no sólo te quiero por tu cuerpo María, no soy como los otros. Yo quiero todo contigo” “Bueno, bueno, bueno, Adrián…” Le interrumpí, no quería soportar otro monólogo culebronero más. Despojada de toda sensibilidad le dije de un tirón todo el discurso típico de “no eres tú soy yo - no estoy preparada para una relación en este momento- estamos en distintas fases de nuestras vidas – podemos ser amigos - ya te llamo un día de estos para tomar un café”, que tenía memorizado de las veces que me lo habían soltado a mí y allí se quedó Adrián, llorando desconsolado. Me dolió, oye, que no soy una chica sin corazón y menos entonces, con mis 22 añitos. Pero una mujer tiene que hacer lo que tiene que hacer… ¡huir de semejante hombre edulcorado!

Nunca lo volví a ver, a pesar de sus insistentes llamadas para volver a quedar. Afortunadamente, me cambiaron de sección en el trabajo y dejé dicho a todo el mundo que “estaba ocupada” siempre que él preguntara por mí. Mi contrato acabó a los 3 meses y me cambié a la empresa en la que estoy ahora. Hacía más de un año que sus mensajitos, primero, y llamadas perdidas tipo “sigo vivo y pensando en ti”, habían dejado de colapsar mi móvil a altas horas de la noches de fin de semana (un hombre borracho que no consigue sexo, siempre tira de agenda y “acosa” a alguna de sus “ex”).

No cabía duda que sólo él podía ser el autor de esos misteriosos e inoportunos mensajes a mi móvil.

15. LUCAS – Asterisco, asterisco, almohadilla (parte I)


Eso de apuntar el teléfono de la chica en mi móvil y poner como nombre un asterisco, ya que desconocía el real, no fue buena idea del todo… La noche siguiente a la de la pedrada, me dispuse a enviarle un mensaje para preguntar por su amiga y cual fue mi sorpresa cuando descubrí que tenía TRES contactos con un asterisco por nombre… "Jodeeeeeeeeeerrrrrrrr!!!!"
"¿De dónde sale tanto asterisco? ¿se habrá estropeado el móvil?" No, no se había estropeado… Rápidamente recordé de donde salían esos otros dos asteriscos. Ya ni recordaba que los tenía.

El primer asterisco se registró en mi agenda en una loca noche de fiesta. Pepe Mierda y yo, solteros ambos, salimos a comernos la capital y después de cenar en un japonés carísimo (por culpa del Mierda, que va de pijo), dejarnos ver por algunos pubs y transformar nuestra tasa de alcohol en sangre en tasa de sangre en alcohol fuimos a morir en una discoteca underground que permanecía abierta en el centro. Esa discoteca era conocida por estar frecuentada por la gente más borracha y pasada de la noche. No era un buen lugar para conocer a tu futura novia, pero sí para aparearte con alguna moza (si no es que has bebido demasiado y ya no se te empina…). Ese factor lo conocíamos muy bien Pepe Mierda y yo, y por eso acabamos allí. Para mí no era un plan perfecto, prefiero follar en condiciones normales, pero mi tasa de sangre en alcohol me dijo que era una idea de puta madre. Y para el Mierda, aun en condiciones normales, también le parecía una idea cojonuda. Ni que decir tiene que esa idea la tuvo él.

Allí estábamos, en la barra de ese garito infecto y maloliente, tomándonos unos cubatas mas cuando de repente entró por la puerta un grupo de orientales… "De puta madre!!" gritamos el Mierda y yo mientras nos chocábamos las manos. No sé si lo habréis visto alguna vez, pero un grupo de orientales de fiesta es la risa padre. No sé por qué razón, pero los chinos, japoneses, coreanos, etc… nos resultan súper graciosos cuando les vemos de fiesta en nuestras discotecas, y efectivamente empezó el show… El mas feo de todos se puso a bailar (cosa también muy típica, el alma de la fiesta siempre son el feo o el mas mayor del grupo) y empezaron las risas. Pepe el Mierda y yo nos partíamos el ojete la mar de a gusto. Con ese hombrecillo bailarín venían dos tíos mas y cuatro tías, bueno, en realidad eran tres tías pero había una que valía por dos. Una chinita de unos 120 kilos aproximadamente. La verdad es que las otras dos chicas no estaban nada mal, pero esa era un monstrenco, un troll de las cavernas.

Bueno, resumiendo. ¿Sabéis lo que pasó?... Si, efectivamente. La troll se acercó a nosotros. Terror… "Hola!!" "Hola…" Nos habló a los dos, pero me miraba a mi. No era especialmente fea, pero su sobrepeso nos invitaba a mirarla de lado, como de reojo… "Me llamo Shisuka, ¿y vosotros?" "Eeehm… Yo me llamo Rodolfo y él se llama Antonio Jesús, somos primos" Pepe el Mierda, soltó una carcajada sostenida… "Perdona… eeeh… ¿Cómo te llamabas?" "Shi…" "Bueno, da igual, perdónanos, estamos un poco borrachos" "Tranquilos, yo también" Y sonrió abiertamente. Tenía puesta una ortodoncia… Me giré hacia el Mierda y ¡sorpresa!... "Qué hijo de puta!!" El muy cerdo había desaparecido. "Eeeem, jeje… bueno, jajajaja…. Y ¿cómo te lo estás pasando, eeeem… cómo te llamabas?" La tía ya pasó de contestarme "¿Quieres que lo pasemos bien, Rodolfo?" De repente me cagué en los pantalones (sentido figurado, eh?). "¿A qué te refieres?" "Ya sabes…" La chica sonreía picaronamente y miraba hacia un rincón oscuro de la disco… "Eeeem, ¡aaaah!, jajajaja… ¡qué tonto!!" Estaba en un auténtico aprieto. "Yo es que… jejeje, verás… yo es que tengo…" Iba a decirle que tenía novia, pero me encontré con su gorda cara pegada a la mia. La tia me estaba dando un morreo de agárrate y no te menees… Me puse a mirar a todas partes en busca de ayuda y me encontré que mi "amigo" el Mierda estaba con el grupo de chinos y nos estaban vitoreando "¡¡¡Eres un campeón Rodolfo!!!" Me gritaba el Mierda mientras me levantaba los pulgares y se descojonaba. Imagino que los chinos le dijeron lo mismo a la chica. Solo les faltó hacer la ola… No había vuelta atrás. Mi tasa de sangre en alcohol se apoderó de la poca conciencia que me quedaba despierta, agarré a la hija de Buda y me la llevé al rincón oscuro… Los chinos dieron un grito que ni metiendo un gol en la final de la champions… Malditos chinos. Los odio.

Cuando la chica succionó todo el liquido de mi cuerpo, nos pusimos a hablar. Me enteré de que en realidad era una de las camareras del japonés donde habíamos cenado y que ya me había echado el ojo. Me cago en Pepe Mierda ¿por qué me llevó a ese sitio?... Aún no le he perdonado eso. Mi conciencia, bueno, una parte de ella, volvió y entonces empecé la maniobra de evasión. "Bueno, tengo que irme ya… ¿Cómo decías que te llamabas?" "Noooo, no te vayas…" "Si… que tengo que ponerme a trabajar dentro de media hora…" (mentira) "Oooooh, qué pena!! Eres encantador, Rodolfo…" "Mira, lo siento, pero si quieres te doy mi teléfono…" (si, ya, soy gilipollas). Y si, le di mi teléfono, y además el de verdad, así que soy gilipollas de remate. Ella me hizo una perdida para comprobar que era el de verdad y para que yo tuviera el suyo… "¿Cómo te llamabas?" "Shisuka" "Ok" No lo entendí y escribí un asterisco… El primer asterisco de esta historia…

Después de muchos esfuerzos conseguí contenerme y no partirle la cara a el Mierda… Nos fuimos hacia el coche andando… "Oye, ¿esa tia no se llamaba como la niña de Doraemon??" "No sé tio… Me ha dicho el nombre treinta veces y no lo he entendido… Me parece que se llamaba Zorrón, como tu madre…" "jajajajaja"

lunes, 6 de agosto de 2007

14. ROBERTO. Entre caballeros

Lo mejor de conseguir llevarte a la cama a la “mujer de tus sueños” (¿por qué lo la llaman “la mujer de tus sueños” cuando quieren decir “la mujer de tus fantasías eróticas”?) no es tirártela por fin, después de 5 meses amotinado en su casa, sino contárselo a los amigos. O al menos eso pensaba yo hasta esa tarde.

Estaba tomando unas cervezas en el bar de siempre con Ricardo y Santos, cuando ellos notaron algo diferente en mí. Ricardo, mi mejor amigo, empezó a mirarme fijamente y tras unos segundos en silencio me dijo muy serio: “… ¡Tú has follado!”. No traté de disimular, ¡a la mierda lo de ser un caballero! ¡estaba deseando que alguien sacara el tema para poder alardear de mi inesperado y gran polvazo! Sonreí de oreja a oreja y le miré cómplicemente. Santos no se estaba enterando de nada: “¿Desde cuando es novedad que se tire a la búho?” (así llamaban “cariñosamente” a Gema, mi rollo-puente a Rebeca). Ricardo, que me conocía como si me hubiera parido y que era el único al que le había contado mi obsesivo seguimiento a Rebeca, había sabido leer perfectamente en mis ojos: “¡¡Te has follado a la diosa!!”. La cara de Santos era para verla, no se lo podía creer (más o menos como yo, que aun permanecía en éxtasis) y cuando estaban a punto de hacerme la ola… aparecieron Santi y Rodrigo.

“¿Cómo? ¿Qué estoy oyendo? ¿Qué el ogro se ha tirado a la princesita?” dijo Santi sentándose a mi lado y riéndose de forma escandalosa: “Enhorabuena Robertito, pero ¿no crees que es una noticia pasada de moda? La noticia seria saber quién no se ha tirado a esa zorrita…¡¡si en ésta mesa somos 5 y nos la hemos follado 3!! Que yo sepa… ¿alguien más del bar se la ha tirado?” vociferó a su alrededor mientras reía y reía. Me entraron ganas de partirle la boca, pero me sentía ridículo y sin saber qué decir… acababa de enterarme de que ya éramos tres. Lo de Santi, lo sabía, pues hasta fui testigo oyente de los hechos… pero lo de Rodrigo me pillaba totalmente descolocado.

Debieron notar mi sorpresa porque les dio por reírse más aún. “¿No lo sabías? ¡Joder! ¡Si me la he tirado un par de veces! Me la cruce un día y nos tomamos algo. Me pidió que la acompañara a su casa y la verdad es que sólo vi la habitación… ja,ja,ja. Y el otro día que Alicia tenía turno de noche en el hospital y yo andaba caliente, le di un toque y vino rápido a mi casa ja,ja,ja. ¡Joder tío, no me mires así! Es que Rebeca está muy buena. Yo no le pongo los cuernos a Alicia si no es por un par de buenas razones ja,ja,ja.¡Y esa tía se sirve en bandeja! Siempre va pidiendo guerra…¡y yo no soy de piedra!”. “Sí, sí, estará muy buena, pero ya vemos que listón no tiene, se tira todo lo que se menea porque se ha follado hasta a Robertito” apostilló Santi, mientras me daba unas palmaditas en la espalda. En ese momento, me giré, le empujé de golpe y me quedé mirándole desafiante. “¡Eh, eh, Robertito! Tranquilízate. ¿Qué te pasa? ¿Te creías especial por follarte a la putita? Ya sabemos que no estás acostumbrado a una tía así, pero con lo golfa que es esa, lo raro es que te haya costado tanto” “Vale ya, dejarle en paz de una vez, joder” intervino Ricardo poniéndose entre ambos.

Yo estaba rojo de rabia, quería lanzar sillas y mesas y reventar la cabeza de Santi contra la barra. Pero, realmente, no sabía si la rabia que sentía era porque me hubiera humillado y ridiculizado una vez más, como tantas otras veces, o porque supiera que en el fondo él tenía razón… Quizá había sido un iluso por estar convencido por un momento que había “conseguido” a Rebeca, que lo nuestro no había sido un polvo más y que podía hacer de mi vida un sueño (o, más bien, una fantasía erótica permanente). Creía que por fin había conseguido lo que todos deseaban, cuando en realidad todos lo habían tenido ya y yo acaba siendo el último gilipollas en llegar. Tenía que ser realista, desde qué conocía a Rebeca, había perdido la cuenta de con cuántos tíos la había visto (a los que había que sumar otros tantos de los que no me había enterado, por lo que se ve), así que a estas alturas no me quedaba más que asumir que me había llegado el turno porque ¡ya no le quedaba nadie más a quién tirarse!

Me sentía tan jodido que estaba a punto de estallar. Y allí seguía Santi, mirándome con su sonrisa arrogante. Ese era el momento de meterle las hostias que tenía reservadas para él desde hacía muchos años y así saldar las cuentas de una vez, siendo el final más digno para ésta historia. Pero yo siempre seré el feo, tonto y gordo perdedor y él siempre será el guaperas gilipollas que acaba consiguiendo todo lo que quiere. Así que los finales dignos no están hechos para mí. El puñetazo que debía ir a su cara fue a la mesa (con la consiguiente rotura de un vaso y de dos de mis dedos) y salí huyendo del bar, a punto de llorar.

jueves, 12 de julio de 2007

13. MARÍA. Física y Química

¿Cuál es el secreto para conquistar a una mujer? O en palabras de un hombre: ¿qué tengo qué hacer para tirármela? Para muchos, esa es la pregunta del millón, su duda existencial, un misterio sin resolver… Pero yo tengo muy clara la respuesta. La solución a este enigma es simple: lo que tiene que hacer un hombre para ligar con una mujer es… nada. Así de claro. Dejémonos de chorradas, no hay una frase mágica ni una actitud irresistible. Una mujer sabe si se iría con un hombre a la cama, al segundo de conocerlo. Lo único que tiene que hacer el hombre es no cagarla. Porque si nada más conocerte, la mujer sabe que no se acostaría contigo, da igual que cumplas los famosos tópicos de “hacerla reír” o “mostrar tu sensibilidad”, inmediatamente serás… el amigo ideal. En cambio, si sabe que sí se acostaría contigo, da casi igual lo que hagas, que te la llevarás al catre.

Si recurres a la “Súper Pop”, primera biblia femenina sobre el arte del ligoteo, ésta característica femenina se denominará “la llamada del corazón”. Nunca subestimes a la “Súper Pop”, sus artículos han sido la fuente fundamental de documentación sobre cómo actuar en el amor y en sexo para miles de adolescentes que actualmente son a las que te quieres cepillar. Si acudes a la Cosmopolitan, esto se llamará “instinto femenino”. Tampoco infravalores a la “Cosmopolitan”, porque puede ser todavía la base sobre la que muchas mujeres siguen alimentando su cabecita de teorías sobre la seducción al sexo contrario y pueden estar convencidas de que tienen ese instinto.

Pero no le hagáis caso a ninguna de las dos. Lo de “la llamada del corazón” es la versión romántica que a partir de los 20 años pierde toda credibilidad, porque en una noche de fiesta y alcohol, no es al corazón dónde un hombre precisamente llama para entrar. Y lo del “instinto femenino” es otra gran chorrada, porque si tuviéramos ese instinto no acabaríamos siempre liadas con los más cabrones. Debe quedar claro desde el principio que la mente queda totalmente anulada por lo que ordene y mande el cuerpo. Es algo químico, y se da o no se da, y no hay forma de crearlo o forzarlo. Cuando se da esa química, el hombre ya sólo tiene que no ser demasiado inútil para que pierdas el interés por él. Y bueno, si la caga, tú eres capaz de hacer la vista gorda unas cuántas veces…

Esa reacción química debió producirse en mí aquella noche subrealista en la que conocí a Lucas. El ataque de nervios que le dio por el susto que le pegué le hacía hablar atropelladamente, lo cuál me resultaba de lo más gracioso. Y cuando una mujer ríe constantemente con un hombre al que acaba de conocer, es que éste ha conseguido que baje las defensas y puede “atacar” cuando quiera porque la mujer se ha convertido en blanco fácil. Así que en una décima de segundo, consiguió dejarme rendida, sin ni si quiera proponérselo. Por lo que a pesar de saber la clase de indeseables que tenía por amigos, ver como escalabraba a mi mejor amiga y escupir en mi café, no decayó mi interés por él. Sería que me resultaba de lo más atrayente su forma de ponerse colorado cada que vez que metía la pata…

Por eso, aquella noche, cuando me dejó finalmente en casa, apenas pude dormir pensando en él. Quizá ésta vez mi instinto femenino no se equivocaba al sentir que el corazón había llamado. La química con Lucas ya se había producido y ahora, esperaba la física…

miércoles, 11 de julio de 2007

12. LUCAS - El barquito de tortilla de patata

“Esta tía no se calla ni debajo del agua” pensaba mientras Olga, la victima de mi puntería nocturna, hablaba con su amiga. Me sabía mal haberle dado esa pedrada, pero ya estaba deseando salir del hospital para descansar mis oídos un rato. Estaban hablando de lo sucedido la noche anterior y de su queridísimo Pablo; “Anoche me decía unas cosas tan bonitas, tía…” suspiraba la pobre ignorante, pero su amiga ya se encargaba de espantarle los pájaros de la cabeza; “Es un cabrón” “¡No! No es un cabrón, tía. Es muy bueno…” “Si, y tu muy tonta!! No te das cuenta que…” “Y además…” (Olga interrumpió) “tiene una pedazo de …” “¡¡BUENO!!” (Entonces interrumpí yo) “Es mejor que descanses un poco. Te veo alteradilla y así no se te cerrará nunca la herida” Le hablaba como a una niña pequeña. Cogí del brazo a su amiga “Dentro de un rato volveremos ¿vale?, tu relájate un poco…” Y sin esperar respuesta de la convaleciente salimos por la puerta de la habitación y nos bajamos a la cafetería del hospital.

Tenía el estomago un poco revuelto todavía por la sangre y en la cafetería solo me tomé dos cafés con leche, un cruasán, dos tostadas con mantequilla y mermelada de fresa y un bocata de tortilla de patata (¿porqué la servirán de las precocinadas y recalentadas? Qué asco!!). “En tu casa no te dan de comer, ¿verdad?” me dijo la chica, y aunque es la típica broma que suele decirse en estos casos y saliendo de su boca, con esa bonita voz, me resultó graciosísimo. Solté una breve carcajada que vino con premio. Un pequeño perdigón formado por babas, pan y tortilla de patata salió disparado directamente a su café cortado. Afortunadamente ella no se dio cuenta, pero yo si. Menos mal que solo le quedaban un par de sorbos y seguramente ya estaría más que frío. “¿Volvemos arriba?” le dije apresuradamente “¡Tranquilo hombre!, déjala, que descanse la lengua un rato… además, espera también a que me termine el café, ¿no?”. Si alguna vez habéis visto como el protagonista de cualquier comedia se mete en un aprieto, seguramente imaginareis la cara que tenía yo en ese momento acompañada por la graciosa onomatopeya “Glups…” Todo lo ocurrido después ocurrió a cámara lenta… Ella me miraba sonriente mientras su mano iba acercándose lentamente al vaso de café… Mis ojos seguían el movimiento con precisión quirúrgica… Gotas de sudor frio empezaban a caer por mi frente y espalda… Entonces, ella, dirigió su mirada al interior del vasito, pestañeó (yo estaba tan tenso que hasta escuché sus parpados chocando con la fuerza de un portazo) y emitió un sonido raro. Era una mezcla de exclamación, asco y risa. Yo, en mi cámara lenta, escuché el alarido de una bestia del averno… Ella me miró con cara de partirse el culo en breves momentos… La velocidad de la escena volvió a su velocidad normal cuando dijo “En mi café hay un barquito hecho de tortilla de patata… ¿es tuyo?” Me puse tan rojo que si en ese momento hubiera estado en medio de la calle, los coches se hubieran parado ante mi “Si, lo siento…” La chica se meaba…

Era una tía muy simpática y al parecer se lo pasaba muy bien conmigo, o más bien, riéndose de mí. Volvimos a subir a la habitación entre risas, ya que ella consiguió quitarme la vergüenza y me contagió su humor. En ese momento el médico nos dijo que Olga no necesitaba estar más tiempo en observación y que ya nos podíamos ir… Acompañamos a la cotorra a casa (siguió dando la brasa en el coche de camino) y luego llevé a su amiga a la suya… Era buen momento para pedirle el teléfono o la dirección de Messenger… Pero mi vergüenza me podía.

Llegados a su portal, me armé de valor y con voz temblorosa le dije “Oye… me gustaría mucho volver a verte algún día… ¿Nos damos los teléfonos?...”. En ese momento me sentía como si hubiera lanzado una piedra contra una ventana y estuviera esperando oír los cristales rotos… “Cláro!!” Contestó con su simpatía de siempre. Qué maja era. “Mi numero es el 671 565 980” Mientras yo apuntaba el teléfono, ella salió del coche y con un “Que descanses, ya hablamos” y una sonrisa cerró la puerta… Pasados unos segundos y escondida ella en su casa ya… Yo, en la soledad de mi coche dije “eeeh… y ¿cómo te llamas??”… Escribí un asterisco donde debí poner su nombre y así lo guardé. Ya averiguaría su nombre cuando la llamara…

lunes, 25 de junio de 2007

11. ROBERTO. La tentación vive en el cuarto de enfrente

Me convertí en un asiduo a la casa de Gema. Pasaba allí casi más tiempo que ella, como de forma casual pero claramente intencionada. Y es que era en los momentos en los que no estaba, cuando yo organizaba mis encuentros preparados con Rebeca. Me sabía sus horarios a la perfección, era experto en sus rutinas diarias y aparecía en el lugar más inesperado para cruzar unas palabras o quizá, tan sólo, observarla en silencio.

Recuerdo aquel sábado en el que Gema me dijo a última hora que le habían cambiado el turno y que tenía que trabajar todo el día. Salió pitando y yo me hice el remolón en la cama, como incapaz de ponerme en pie aún. Ella se marchó y yo me quedé durmiendo como una hora más. Me desperté, me preparé algo para desayunar y me senté en el comedor leyendo una revista que había sobre la mesa. De repente, un alegre “buenos días” me sacó de mi atontamiento matinal. Allí estaba Rebeca, pasando por delante de mis narices con uno de esos mini pantaloncitos que dejan ver demasiado y una camiseta corta que dejaba sus hombros al descubierto y dejaba totalmente claro que… ¡¡no llevaba nada debajo!! Yo traté de hacerme el distraído y fingí no levantar los ojos de la revista cuando le contesté con un lánguido: Hola. Entró al baño. Después, a la cocina. Eso sí, haciendo el camino más largo para pasar por delante de mi una y otra vez, moviéndose como sólo ella sabía. Tras unos cuantos paseítos, se sentó a mi lado. “Últimamente, pasas mucho tiempo por aquí ¿no?” “Ehhhh, bueno…”. Debía pensarse que era más gilipollas que los cachitas que frecuentaba, pero es que era ponerse a mi lado, y debía bloquear todos los pensamientos que ella me incitaba para que no salieran disparados por mi boca. Al fin y al cabo, era el rollo-pareja de su compañera de piso y cualquier frase fuera de lugar podía cerrarme las puertas de esa casa para siempre. “Pues ya que estás aquí… ¿quieres hacerme un favor?” Uno, no ¡¡muchos favores te haría yo!!, dijo mi mente o algo que hay bastante más abajo, pero “¿Qué quieres?” Dijo mi boca. “¡Uff! Es que me he levantado con un dolor de cuello terrible ¿podrías hacerme un masaje?” Traté de permanecer sereno “Es que no se dar masajes…” “Seguro que sí tonto, Gema me ha dicho que tienes muy buenas manos” Me dijo guiñándome el ojo mientras se giraba para enseñarme la espalda. No me fiaba de mi mismo, porque las manos siempre van al pan, así que apenas le masajeaba con las puntas de los dedos, sin ni si quiera atreverme a mirarle. “¡¡Pero así casi no lo noto!!” “Ya te he dicho que…” “Mejor así” Y de repente, sin volverse… ¡¡se quitó la camiseta!! Y si, lo constato, no llevaba nada debajo, a pesar de que ella se tapaba con los brazos. En ese momento, debí quedarme pálido, porque toda la sangre de mi cuerpo se centró en un único punto. “Ya puedes continuar” Yo no reaccioné. “Vamos, no tengo nada que no me hayas visto antes”. Dijo, refiriéndose al “momento ducha” que una semana antes habíamos vivido y del que aún no me había recuperado (eso sí, me había dado una buena motivación para mis noches con Gema). Así que aproveché el momento y empecé a tocar su hermosa espalda. Cuando los nervios iniciales habían pasado y empezaba a deleitarme con el roce, se levantó de golpe y se marchó diciendo con su sonrisa terriblemente provocadora: “Muchas gracias, Roberto, eres un sol”

10. REBECA - Pompas de Jabón

Era automático. Sonaba el despertador, lo apagaba, esperaba tres minutos más tumbada en la cama y luego me levantaba. Después iba a la nevera, bebía un trago de agua y seguidamente me hacía fuerte en el baño. Me tiraba una hora para lavarme, peinarme y maquillarme. Hora u hora y media. Pero eso no importaba porque Gema, mi compañera de piso, siempre se levantaba 2 horas más tarde que yo. Ella trabajaba en una tienda de ropa del centro y yo en una centralita de información telefónica, haciendo el relevo de las chicas del turno nocturno. De forma que yo entraba a currar a las 8 y Gema a las 10.

El caso es que ese día comencé la rutinaria secuencia otra vez… Me levanté, me bebí el último trago de agua que quedaba, fui al baño, me senté en el retrete a echar el primer chorrito del día y seguidamente me dispuse a dar una revitalizante ducha matutina. Pero ese día la cosa se torció. Me encontraba totalmente enjabonada (pelo incluido), con mi gel perfumado y mi champú con extracto de frutas exóticas y cuando fui a abrir otra vez la llave del agua; “No, por Dios…”. ¡No había agua!! “¿Y ahora qué hago?” Permanecí en la ducha unos momentos pensando en posibles soluciones mientras intentaba quitarme el jabón del cuerpo con las manos… “¿Me seco así tal cual, con jabón y todo? ¿Llamo a Gema a ver si puede hacer algo con lo del agua…?” No quería ponerme a gritar a esas horas de la mañana (por no despertar a los vecinos, porque por Gema me daba igual), así que opté por intentar secarme así, a pelo, llena de jabón. Y ahí llegó lo bueno. Abrí con decisión la cortinilla de la ducha y en el mismo instante que levantaba el brazo para coger la toalla se abría la puerta del baño… “¡Gema!, estoy salvada!” pensé. Pero no, no era Gema. Era una especie de ogro de las cavernas con el pelo despeinado y pijama a rayas. Era Roberto, el nuevo y simpático rollo de Gema. Hasta que la puerta no quedó totalmente abierta y Roberto dentro del baño, no se dio cuenta de que yo estaba allí. Quedó paralizado al verme ahí, en pelotas y totalmente enjabonada. Nunca había visto unos ojos tan abiertos. El caso es que extrañamente yo también quedé paralizada. Pasaron varios segundos hasta que ambos reaccionamos, yo lanzando un grito y tapándome con la toalla y él disculpándose mil veces y tapándose los ojos. “¡Lo siento! ¡No sabía que estabas aquí!”. “¡Y yo no sabía que tu habías pasado aquí la noche! ¡Hubiera puesto el pestillo!”. Estábamos los dos más rojos que un tomate. En su holgado pantalón de pijama a rayas se podía adivinar una erección. Me quedé mirando ese bulto. Roberto, que estaba con los ojos tapados pero dejando un huequecillo para poder ver (que tigre!) medio sonríe y se tapa el paquete, “Te juro que ya me he despertado así”. Yo sonreí y le contesté; “Si, pero ¿a que ahora ya no se te baja?”... Roberto dio media vuelta y cerró la puerta al salir. Que cabrona soy a veces… Empecé a quitarme el jabón con la toalla con cara de asco (no sé porqué me daba asco, si era jabón y no mierda) y segundos más tarde se oyeron unos golpecitos en la puerta y la voz de Roberto: “Tápate otra vez que voy a pasar”. Así hice; “Ya, ¡pasa!” y el buen hombre traía en sus manos sendas botellas de agua mineral. “Toma, haz lo que puedas con esto”. ¡Qué majo!, los subnormales que me ligo en las noches de fiesta no hubieran sido tan amables “¿Cómo te has dado cuenta?” “Porque cuando he abierto la nevera y he visto que no había agua en la botella, he intentado llenarla en el grifo pero no he podido… lógicamente, jejeje”. Al pobre chico se le notaba nerviosillo; le temblaba la voz, miraba hacia el suelo y seguía empalmado… “Entonces has mirado en la despensa y has visto estas dos botellas, ¿no?” “Sí. Ahí las he visto”… “Muchas gracias Roberto, eres un sol” me acerqué a él, cosa que le puso aún más nervioso, y le besé la mejilla a la vez que apretaba mis pechos contra su hombro… Roberto me lanzó una tímida sonrisa y volvió a salir del baño sin decir nada. Qué cabrona soy a veces…

jueves, 21 de junio de 2007

9. MARÍA. Noche de autos

Tras salir del pub, llevaba tal cabreo encima por la jugada que me había hecho Olga dejándome tirada con ese trío de capullos que decidí coger la directa hacia mi casa. Pero en ese momento caí en la cuenta: “¡Mierda! ¡Ella lleva mis llaves!”

Recomendación: Quizá no encuentres bolso que combine con esa falda, pero más vale ir desconjuntada que dejar tus pertenencias a la amiga que está dispuesta a fugarse con el tío que se le presente.

Así que cambié de planes. Sin saber muy bien porqué motivo, me dirigí al lugar dónde seguramente me la encontraría. Así es cómo acabé sentada junto al coche en el que mi amiga y su querido cabrón se divertían. Al principio, estaba esperando para cantarle las cuarenta en cuanto acabara de desahogarse… pero de repente, me entró un ataque de risa, al ver que queriendo escapar de una situación patética, había acabado en otra más triste todavía… ¿qué más me podía pasar?

¿Qué más me podía pasar? ¡Madre mía! ¡La noche sólo acababa de empezar! De repente, me vi dentro del coche con Olga desmayada por una pedrada en la cabeza, y con su accidental agresor al volante, histérico perdido y pidiendo disculpas cien veces por minuto. “Lo siento, lo siento, lo siento… ¿se pondrá bien?” “Que sí, tranquilo. La herida es bastante superficial, sólo que a ella le da mucha aprensión la sangre” “Lo siento, lo siento…” “Él que debería disculparse es tu amigo, pero bien que se ha desentendido del tema ¡Le ha faltado tiempo para largarse!” “Es que es un hijo de puta… ¡lo siento!” “Jajaja, ¡deja de disculparte! Y la próxima vez afina la puntería, ¡que la intención era buena!” “¿Cómo?” “Que si no lo llegas a hacer tú, casi lo hago yo, jajaja” Sonrió, como aliviado. Conseguí que dejara de disculparse, hasta que llegamos al hospital, Olga volvió en sí, y entonces comenzó a darle la brasa a ella. Aproveché el momento, para recordarle a mi buena amiga lo majo que era su querido Pablo. ¿Y qué me dijo ella? “No es que pase de mi, es que mañana tiene que madrugar… ¡mira! me ha mandado un mensaje al móvil diciendo que lo siente” ¡Joder! ¿Dónde había una piedra para rematarla?

miércoles, 20 de junio de 2007

8. LUCAS - Un susto de muerte

Ya casi había llegado a la zona “picadero” del pueblo. Estaba a las afueras, pero como éste era un pueblo pequeñito se llegaba a las afueras enseguida. La verdad es que estaba bastante cabreado; ¡mira que robarme las llaves del coche!. Este Pablo tiene mas cara que espalda; me va a empañar los cristales del coche (que cuando secan quedan feísimos) y también es capaz de mancharme la tapicería de fluidos varios y no limpiarlos… y ¿Qué cojones? ¡Me ha cogido las llaves sin permiso, el muy cabronazo!

¡Ahí está mi coche! Oculto en la oscuridad de la noche, entre los árboles de ese pequeño parque que viene a morir en el monte. Sólo pueden adivinarse los reflejos de la poca luz que llega del pueblo en su pintura metalizada... Eso y unos jadeos salvajes que suenan como encerrados en una caja. ¡Mira como se lo está pasando el muy cerdo!!: Con toda mi rabia me planté delante del coche, como a 10 metros, cogí una buena bocanada de aire y…
“No les molestes, hombre…”
Esa voz… Esa voz femenina procedente de algún rincón de ese parque me dio tal susto que casi me cago encima… “¡¡Quién anda ahí!!” Grité con voz de loca. “Tranquilo, no soy un fantasma. Soy una amiga de la chica que está ahí dentro con tu amigo”. Mi corazón latía deprisa después de ese susto inesperado… (ese susto solo era comparable al que me dio mi madre una vez que estaba escuchando música a todo trapo en el walkman tirado en la cama con los ojos cerrados y las luces apagadas, sintiendo la melodía, emocionado, cuando vino la buena mujer y me tocó el brazo para avisar que la cena ya estaba lista) “Y… y ¿qué coño haces aquí?” Mis nervios no me permitían dejar de gritar… “¡¡Tranquilo hombre!! Estoy aquí sentada en un banco”, y encendió su móvil para que pudiera localizarla. Estaba sentada a unos 10 metros del coche, como yo, pero en un lateral, escuchando el show… “La verdad es que en este pueblo no hay nada más divertido ahora mismo”. En esos momentos estaba empezando a caer en que estaba hablando con la chica que vi en el Pub y que me llamó tanto la atención… ¡Que voz tan bonita tiene!. Mis nervios por el susto se transformaron en nervios por timidez… “¡ah! Tu eres la que hace un rato estaba hablando con mi amigo el Mierda, ¿no?” “¿Con quién?” la chica se rió. “¡Claro! jejeje… con Pepe y mis otros dos colegas” “Aaah, si, esos capullos”. Eso me hizo gracia, “si, esos capullos”. “Entonces tu también eres amigo del que se está beneficiando a mi amiga…” Con la tontería me acerqué y me senté a su lado en el banco “Exactamente, lo que se dice amigo, no. Siempre se ha dedicado a putearme… ¿sabes que están follando en mi coche y yo no se lo he dejado?”… “¿Ese es tu coche? ¿de verdad?” “Si, es mi precioso y, hasta ahora, limpio coche”. “Pues entonces me parece que he hecho mal en interrumpirte”. “Pues si. Y además me has pegado un susto que casi se me sale el corazón por la boca!”. La chica se partió cuando le dije eso… y yo me reí con ella. Tenía una voz y una risa encantadoras. Pero volví a centrarme en el coche del amor y la rabia volvió a despertar en mi…

¡¡TUUU, CACHOCABRÓN!! DEJA DE FOLLAR EN MI COCHE Y SAL DE AHÍ!!!

La chica se partía el ojete mas y mas. Los gritos y jadeos del interior del vehiculo pararon de repente… Y tras unos momentos se escuchó “Vete a tomar por el culo, gilipollaaaas!!!”… “Será cabronazo el tio!!” le dije a la chica mientras se meaba de risa… “¡¡QUE SALGAS YA, CERDO!! ¡Y VETE A FOLLAR A TU PUTA CASA!!”

De pronto la puerta del coche se abrió y Pablo salió, imagino que en pelotas, hecho una furia: “Te voy a partir la cara, Lucas. Eres un subnormal!!!”. En ese momento eché la mano al suelo y cogí una piedra, no muy grande, pero tampoco muy pequeña… “¡TOMA!!” Y se la lancé. No sé que pasó en ese momento, solo se escuchó un “AAAAAAY!!!” y no parecía salir de la boca de Pablo. Mas bien parecía de la tia. Efectivamente. Le di a la chica con la piedra en toda la jeta…

jueves, 7 de junio de 2007

7. ROBERTO: Haciendo temblar las paredes

Así fue como me encontré metido en la cama con Gema, con la camisa rota y dejándome hacer. En ese momento, empecé a oír ruiditos al otro lado del piso. Era el cabronazo de Santi y la buenorra en acción. En ese momento me sobrevino una mezcla de emociones: me cagaba en la madre de Santi, envidiándolo más que nunca y me estaba poniendo cachondo oyendo a la buenorra… En ese momento, a Gema le entró el afán competitivo: “Vamos a demostrar a esos lo que es hacer temblar las paredes”. Parecía una potra salvaje. Si se hubieran medido los decibelios, hubiéramos ganado seguro. No se si es que yo lo hago muy bien o es que ésta lo único que quería es que le oyera su “queridísima” amiga. Y sí, seguro que la oyó, ella y el resto de la finca, que a mi me estaba ya dando hasta vergüenza ajena por toda las barbaridades que estaba gritando para dejar constancia de lo bien que se lo estaba pasando. Tal era su excitación y fogosidad que llegó a acojonarme. No me quedó otra que cerrar los ojos, evocar el cuerpo escultural de la buenorra y dejar que aquella tía que no habría probado varón en mucho tiempo, se aprovechara de mi todo lo que quisiera. Y bien que se aprovechó. Mientras nuestra “competencia” dejó de emitir sonidos al cabo del rato, mi apasionada amante no me dejó descansar en toda la noche. Yo intentaba resistirme, pero ella no cejaba en su empeño. Y para qué negarlo, yo también llevaba un periodo largo de abstinencia. Así que sucumbí a sus armas de mujer (con los ojos cerrados y con la imaginación al poder, no era tan malo) y le di todo lo que me pedía. En definitiva, mi único propósito era pasar la noche allí y, con un poco de suerte, a la mañana siguiente, cruzar unas palabras con esa mujer que me había dejado loco: Rebeca.

miércoles, 6 de junio de 2007

6. LUCAS - Inventario

De vuelta en el garito descubrí que uno de mis amigos, Pablo, ya no estaba y que en su lugar había una chica sentada con el resto de colegas. Era rollo entrevista de trabajo; Mis tres colegas, J.J., Carlos y Pepe Mierda (algún día os contaré por qué le llamamos así) en un extremo de la mesa y la misteriosa chica en el otro. La voz cantante la llevaba el Mierda, mas que nada porque los otros dos estaban empanadísimos pensando en las musarañas (uno de los múltiples efectos del alcohol). Bueno, el caso es que no sé por qué pero cuando estaba a punto de llegar a la mesa y sentarme, la chica se levantó y se marchó. La historia de mi vida. Soy como la policía, que siempre llega cuando el malhechor ya se ha pirado…

“¿Quién era esa tía??” Pregunté a mi colega el Mierda. “Nadie, una pava. Una estrecha” me contestó como pasando del tema. De repente, J.J. volvió al mundo real y saltó: “Era la amiga de la tía que está follándose Pablo en tu coche ahora mismo”… Automáticamente pasé un rápido inventario de lo que dejé en la mesa antes de ir a mear; Tabaco, mechero, móvil, llaves del coche…. No. Miré en mis bolsillos; Llaves de casa, monedas sueltas, cartera, llaves del coche… No. “Me cago en su sangre. Ahora vuelvo.”

Conforme iba alejándome de la mesa donde estaba con mis colegas se escuchaban risas de cachondeo “¡No les cortes el rollo hombre!!!”… ¡Cómo se partían el culo los muy cerdos!!. ¡Me marcho un momento y me faltan un amigo y las llaves del coche! ¡Qué hijo de perra que es Pablo!!. Al menos la chica que me he encontrado en su lugar hace un rato estaba bien buena. Qué lástima que se haya ido antes de conocerla. ¡A ver si me la encuentro por ahí!... Estos eran los pensamientos que tenía de camino a mi coche, donde Pablo estaba fornicando con una pava que ni conozco ¡y sin mi permiso!, un poco rabioso y con los pezones duros por el frio nocturno. “Bueno, casi mejor que no me la encuentre…” me dije en voz alta mientras pasaba por al lado de dos fumetas que me miraban raro…

lunes, 4 de junio de 2007

5. MARÍA: La erótica del cabrón

Hay dos tipos de fantasías femeninas: las que fantasean con cambiar a un gay de acera y las que fantasean con hacer de un cabrón un padre de familia. Mi amiga Olga es de las segundas… y bueno, de las primeras, es una mujer de retos, que está allí dónde tenga que poner a prueba su poder de seducción y demostrar que no hay hombre que se resista a sus encantos. Bajo su apariencia de come hombres, no hay más que una soñadora que hace castings rápidos sobre la población masculina para encontrar a su hombre ideal. Como ya he dicho, su debilidad son los cabrones (dice que le gusta que le metan caña… ¡ja! después bien que me llora) pero todavía no ha conseguido domesticar a ninguno. Esa noche yo le acompañaba en su última misión: Operación Pablo. Cuando me dijo que había quedado con Pablo no me lo podía creer:
“¡¿Pablo?! ¡¡¿El Pablo que te “dejó” por móvil sin dar explicaciones?!! ¡¡¡¿El Pablo que te soltó el rollo de que se había ido a China y por eso no había podido contestar tus mensajes porque se dejo el móvil en casa?!!! ¡¡¡¡¿El Pablo que te perjuro que te volvería a llamar y que nunca lo hizo?!!!! ¡¡¡¡¡¿El Pablo que cuando lo volviste a ver se excuso diciendo que le habían robado el móvil?!!!!! ¡¡¡¡¡¡¿¿PABLO??!!!!!!”
“Sí” Se limitó a contestarme ella con una sonrisa de oreja a oreja. Me contó que se habían reencontrado y que no hacía más que pedirle que volvieran a quedar. Pero ella, que no es tonta (me dijo, pero yo no lo tengo tan claro…) le había dicho que sí con la condición de que cada uno llevara amigos y quedar en grupo. Ahí entraba yo.

Y allí estaba aquella noche, con mi amiga embobada y babeante con su idolatrado Pablo y yo rodeada de tres de sus amigos. La situación no podía ser más patética, para mí, claro. Nada más presentarme a los 3 desconocidos, me giro y Pablo y Olga ya están a lo suyo. No tardan ni 30 segundos en decir “Ahora volvemos” Y yo, con cara de circunstancia y sonrisa fingida, con esos tres: “Bueno, pues aquí estamos, je,je….je”. Los chicos no eran muy avispados. Mientras dos miraban al techo cubata en mano, el tercero me miraba con cara de idiota: “¿Vienes mucho por aquí?” “Sí, vivo cerca” “No Habíamos coincidido…” “Ya…” “¿Me das un beso?” En ese momento me hubiera gustado ver mi propia cara: “¿Cómo?” (no puedo haber escuchado bien) “Que si nos enrollamos” “….¡¡No!!” Y encima se me quedó mirando con cara de extrañado, como diciéndome que tía más rara. Estuve a punto de decirle: “No, es que yo no me lío con los tíos hasta la quinta frase” ¡No te jode! Pero en vez de decir eso, dije: “Me piro”. Y sin esperar contestación, me fui del pub.

jueves, 31 de mayo de 2007

4. ROBERTO: Cabeza de turco

Mi novia está buenísima. De eso nos dimos cuenta mis amigos y yo desde el día que la conocimos a ella y a sus amigas, hace ya 7 años. Vamos, que ella y sólo ella fue el motivo de que aquella noche nos acercáramos a aquel grupito de universitarias alegres y desinhibidas. Y claro, cinco buitres rodando a la misma, suele ser una mala estrategia, así que empleamos el Plan de Emergencia: el menos agraciado es el encargado de ir el primero al grupo de chicas y despistar a la típica amiga fea que suele ser la encargada de ahuyentar a los moscones, mientras el resto entran por la puerta trasera, para centrar la atención de la guapa y demás amigas que pueden servir como “segunda opción” si la diosa nos da puerta. Lo malo del plan, es que “el menos agraciado” era yo, por lo que mis probabilidades de ligar con la buenorra quedaban muy reducidas… ¡¡no sabéis el esfuerzo que supone tener entretenida toda la noche al cardo borriquero!!

Desde el primer momento, Santi, el más cabrón, con cara de ángel y palabrería de casanova, se llevo al huerto a Rebeca, la buenorra. ¡¡Me jodío tanto!! Que cuando el cardo borriquero (también conocida como Gema) me dijo que compartía piso con ella y que estaba harta de oírla en la habitación de al lado con sus amiguitos de cada fin de semana, se me fue la cabeza… “¿Ella? Pero si tú eres mucho más guapa. Desde que te he visto he sabido que quería conocerte… ¡necesitaba conocerte!”. A la tía le cambió la cara de repente, y paso de criticar y despellejar a su querida amiga, a decir que ya era hora de conocer a un tío que mirara a los ojos y no a las tetas… En ese momento, vi salir a Rebeca con Santi, que llevaba una sonrisa de oreja a oreja y se despedía con gesto victorioso del resto de los amigos...¡cabronazo!. Entonces, me cegué (vamos, que cerré los ojos bien cerrados para no ver lo que iba a hacer) y me lancé a la yugular de Gema. La chica no puso pegas, más bien todo lo contrario y no tardó mucho en preguntar: “¿Vamos a mi casa?”

3. REBECA - Rabia y Amortiguadores

“¿Sábes?, estoy hasta el coño de ti”; “Me tienes harta, por mi te puedes ir yendo a tomar por el puto culo!!”; “Capullo!!”

¡Qué tio!. No puedo soportar que me tenga que estar diciendo cada dos por tres que no hable con otros tíos por internet. Si sabe de sobra que yo nunca le engañaría con otro y, en el hipotético caso de que apareciera un tipo que me gustara tanto como para renunciar a lo que tengo, se lo haría saber de antemano. Nunca le engañaría.

A pesar de las mil y una manías que tiene y los millones de discusiones que nos hacen enfadar casi a diario, se que Roberto es el hombre de mi vida. Estoy segurísima. No como él, que es la inseguridad personificada. Yo he sido el trofeo a una larga labor de cortejo por su parte (¡fue detrás mio durante casi dos años!) y no quiere perderme por nada del mundo. Él nunca me engañaría. Yo soy la mujer de su vida. De eso estoy segura.

Pero, al parecer, discutir es nuestro destino. Nos gusta. Nos encanta. Posiblemente sea por el premio de la reconciliación. Después de las lagrimas de rabia por mi parte y los nudillos destrozados contra la pared por la suya; una llamada, un acercamiento tímido, un “lo siento”, un besito y luego un “polvo del siglo”. Cualquier día se nos caen las ruedas del coche al suelo. Es lo que tiene no tener casa todavía. Ya tenemos una edad, una larga relación y sendos trabajos estables, pero no sé porqué aun no nos hemos planteado el comprar una casa y convivir. Imagino que eso viene solo, que llega un momento en que te entran las ganas de comprarte una casa. Ya no es broma cuando le digo que le pase revisión a los amortiguadores…

jueves, 24 de mayo de 2007

2. LUCAS - Paruresis

Paruresis. Menudo nombrecito. A una de mis ex novias le envié un mensaje con el móvil comunicándole que sufría paruresis cuando me enteré de que así se llamaba mi problema…
Cariño. Tengo Paruresis. Es terrible.” No tardó en llegar la respuesta: “Qué es eso?? No me asustes por favor…”. Me partí el culo.

El miedo o incapacidad a orinar en público, como por ejemplo en los baños de una discoteca, es denominado paruresis, o síndrome de vejiga tímida. Me parece muy gracioso que se le ponga nombre a ese tipo de problemas. Es una gilipollez, imagínate en un pub “Por favor, ¿podéis salir del servicio?, es que tengo paruresis…” ¿con que cara te miraría la gente?. Lo más probable es que te partan la cara y entonces te mees encima, pero de miedo.

Todas estas tonterías estaba pensando yo esa noche, en el único pub del pueblo. Concretamente mientras intentaba mear en los servicios, que, efectivamente, estaban llenos de gente. Desistí. Me piré con la orina todavía en la parrilla de salida. Vuelvo a la barra, donde estaban mis amigos poniéndose hasta las trancas de cubatas y riéndose a carcajada limpia unos de otros. Somos así de cabrones. Me senté un rato con ellos con cara de amargado. Me daba vergüenza decirles que vengo del baño y no he meado. “¿Otra ronda?”. No gracias. Estaba a punto de reventar. “Tios, salgo fuera a llamar por teléfono, vale?”… Nadie me escuchó, estaban ahí a la suya. Salí, busqué un callejón oscuro, en poco tiempo encuentro uno, doy gracias a Dios y lo solté todo. Parecía que no meaba en años… ¡Que alivio!.

miércoles, 23 de mayo de 2007

1. MARIA: Dieciseis veces con la misma piedra

¿Por qué un tío se tira toda la noche detrás tuyo pidiéndote el móvil y después no te llama? ¿Para qué lo quiere? ¿Es que se los colecciona? He perdido la cuenta de cuántos hombres me han hecho eso. Da igual lo que pase esa noche, la historia siempre acaba igual. Y después, te tiras una semana e incluso dos, mirando constantemente el móvil, en busca de un mensaje, una llamada perdida de una llamada que se ha producido en el mismo instante que te metiste en la ducha, o comprobando la línea, por si es que el móvil se ha estropeado. El móvil, en consecuencia, acaba siendo una prolongación de ti misma, porque esta vez, estás segura, esa llamada se hará o ese mensaje llegará. Pero al final, nunca pasa. Y si el hombre es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, la mujer es capaz de tropezar dieciséis veces con el mismo tipo de imbécil. Sí, esta es mi espera número dieciséis de que el imbécil de hace dos semanas de señales de vida (mentí, si que llevo la cuenta). Y si, soy tan ilusa que pensé que esta vez sería diferente. Fue una noche como las de siempre, en el pub de siempre, pero nuestra forma de “chocar” no fue como las de siempre…