Aviso!!

Las entradas o "capitulos" de este blog están ordenadas del revés. Como se trata de una especie de historieta tendreis que empezar desde abajo y seguir hacia arriba.

miércoles, 11 de julio de 2007

12. LUCAS - El barquito de tortilla de patata

“Esta tía no se calla ni debajo del agua” pensaba mientras Olga, la victima de mi puntería nocturna, hablaba con su amiga. Me sabía mal haberle dado esa pedrada, pero ya estaba deseando salir del hospital para descansar mis oídos un rato. Estaban hablando de lo sucedido la noche anterior y de su queridísimo Pablo; “Anoche me decía unas cosas tan bonitas, tía…” suspiraba la pobre ignorante, pero su amiga ya se encargaba de espantarle los pájaros de la cabeza; “Es un cabrón” “¡No! No es un cabrón, tía. Es muy bueno…” “Si, y tu muy tonta!! No te das cuenta que…” “Y además…” (Olga interrumpió) “tiene una pedazo de …” “¡¡BUENO!!” (Entonces interrumpí yo) “Es mejor que descanses un poco. Te veo alteradilla y así no se te cerrará nunca la herida” Le hablaba como a una niña pequeña. Cogí del brazo a su amiga “Dentro de un rato volveremos ¿vale?, tu relájate un poco…” Y sin esperar respuesta de la convaleciente salimos por la puerta de la habitación y nos bajamos a la cafetería del hospital.

Tenía el estomago un poco revuelto todavía por la sangre y en la cafetería solo me tomé dos cafés con leche, un cruasán, dos tostadas con mantequilla y mermelada de fresa y un bocata de tortilla de patata (¿porqué la servirán de las precocinadas y recalentadas? Qué asco!!). “En tu casa no te dan de comer, ¿verdad?” me dijo la chica, y aunque es la típica broma que suele decirse en estos casos y saliendo de su boca, con esa bonita voz, me resultó graciosísimo. Solté una breve carcajada que vino con premio. Un pequeño perdigón formado por babas, pan y tortilla de patata salió disparado directamente a su café cortado. Afortunadamente ella no se dio cuenta, pero yo si. Menos mal que solo le quedaban un par de sorbos y seguramente ya estaría más que frío. “¿Volvemos arriba?” le dije apresuradamente “¡Tranquilo hombre!, déjala, que descanse la lengua un rato… además, espera también a que me termine el café, ¿no?”. Si alguna vez habéis visto como el protagonista de cualquier comedia se mete en un aprieto, seguramente imaginareis la cara que tenía yo en ese momento acompañada por la graciosa onomatopeya “Glups…” Todo lo ocurrido después ocurrió a cámara lenta… Ella me miraba sonriente mientras su mano iba acercándose lentamente al vaso de café… Mis ojos seguían el movimiento con precisión quirúrgica… Gotas de sudor frio empezaban a caer por mi frente y espalda… Entonces, ella, dirigió su mirada al interior del vasito, pestañeó (yo estaba tan tenso que hasta escuché sus parpados chocando con la fuerza de un portazo) y emitió un sonido raro. Era una mezcla de exclamación, asco y risa. Yo, en mi cámara lenta, escuché el alarido de una bestia del averno… Ella me miró con cara de partirse el culo en breves momentos… La velocidad de la escena volvió a su velocidad normal cuando dijo “En mi café hay un barquito hecho de tortilla de patata… ¿es tuyo?” Me puse tan rojo que si en ese momento hubiera estado en medio de la calle, los coches se hubieran parado ante mi “Si, lo siento…” La chica se meaba…

Era una tía muy simpática y al parecer se lo pasaba muy bien conmigo, o más bien, riéndose de mí. Volvimos a subir a la habitación entre risas, ya que ella consiguió quitarme la vergüenza y me contagió su humor. En ese momento el médico nos dijo que Olga no necesitaba estar más tiempo en observación y que ya nos podíamos ir… Acompañamos a la cotorra a casa (siguió dando la brasa en el coche de camino) y luego llevé a su amiga a la suya… Era buen momento para pedirle el teléfono o la dirección de Messenger… Pero mi vergüenza me podía.

Llegados a su portal, me armé de valor y con voz temblorosa le dije “Oye… me gustaría mucho volver a verte algún día… ¿Nos damos los teléfonos?...”. En ese momento me sentía como si hubiera lanzado una piedra contra una ventana y estuviera esperando oír los cristales rotos… “Cláro!!” Contestó con su simpatía de siempre. Qué maja era. “Mi numero es el 671 565 980” Mientras yo apuntaba el teléfono, ella salió del coche y con un “Que descanses, ya hablamos” y una sonrisa cerró la puerta… Pasados unos segundos y escondida ella en su casa ya… Yo, en la soledad de mi coche dije “eeeh… y ¿cómo te llamas??”… Escribí un asterisco donde debí poner su nombre y así lo guardé. Ya averiguaría su nombre cuando la llamara…

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