Aviso!!

Las entradas o "capitulos" de este blog están ordenadas del revés. Como se trata de una especie de historieta tendreis que empezar desde abajo y seguir hacia arriba.

lunes, 6 de agosto de 2007

14. ROBERTO. Entre caballeros

Lo mejor de conseguir llevarte a la cama a la “mujer de tus sueños” (¿por qué lo la llaman “la mujer de tus sueños” cuando quieren decir “la mujer de tus fantasías eróticas”?) no es tirártela por fin, después de 5 meses amotinado en su casa, sino contárselo a los amigos. O al menos eso pensaba yo hasta esa tarde.

Estaba tomando unas cervezas en el bar de siempre con Ricardo y Santos, cuando ellos notaron algo diferente en mí. Ricardo, mi mejor amigo, empezó a mirarme fijamente y tras unos segundos en silencio me dijo muy serio: “… ¡Tú has follado!”. No traté de disimular, ¡a la mierda lo de ser un caballero! ¡estaba deseando que alguien sacara el tema para poder alardear de mi inesperado y gran polvazo! Sonreí de oreja a oreja y le miré cómplicemente. Santos no se estaba enterando de nada: “¿Desde cuando es novedad que se tire a la búho?” (así llamaban “cariñosamente” a Gema, mi rollo-puente a Rebeca). Ricardo, que me conocía como si me hubiera parido y que era el único al que le había contado mi obsesivo seguimiento a Rebeca, había sabido leer perfectamente en mis ojos: “¡¡Te has follado a la diosa!!”. La cara de Santos era para verla, no se lo podía creer (más o menos como yo, que aun permanecía en éxtasis) y cuando estaban a punto de hacerme la ola… aparecieron Santi y Rodrigo.

“¿Cómo? ¿Qué estoy oyendo? ¿Qué el ogro se ha tirado a la princesita?” dijo Santi sentándose a mi lado y riéndose de forma escandalosa: “Enhorabuena Robertito, pero ¿no crees que es una noticia pasada de moda? La noticia seria saber quién no se ha tirado a esa zorrita…¡¡si en ésta mesa somos 5 y nos la hemos follado 3!! Que yo sepa… ¿alguien más del bar se la ha tirado?” vociferó a su alrededor mientras reía y reía. Me entraron ganas de partirle la boca, pero me sentía ridículo y sin saber qué decir… acababa de enterarme de que ya éramos tres. Lo de Santi, lo sabía, pues hasta fui testigo oyente de los hechos… pero lo de Rodrigo me pillaba totalmente descolocado.

Debieron notar mi sorpresa porque les dio por reírse más aún. “¿No lo sabías? ¡Joder! ¡Si me la he tirado un par de veces! Me la cruce un día y nos tomamos algo. Me pidió que la acompañara a su casa y la verdad es que sólo vi la habitación… ja,ja,ja. Y el otro día que Alicia tenía turno de noche en el hospital y yo andaba caliente, le di un toque y vino rápido a mi casa ja,ja,ja. ¡Joder tío, no me mires así! Es que Rebeca está muy buena. Yo no le pongo los cuernos a Alicia si no es por un par de buenas razones ja,ja,ja.¡Y esa tía se sirve en bandeja! Siempre va pidiendo guerra…¡y yo no soy de piedra!”. “Sí, sí, estará muy buena, pero ya vemos que listón no tiene, se tira todo lo que se menea porque se ha follado hasta a Robertito” apostilló Santi, mientras me daba unas palmaditas en la espalda. En ese momento, me giré, le empujé de golpe y me quedé mirándole desafiante. “¡Eh, eh, Robertito! Tranquilízate. ¿Qué te pasa? ¿Te creías especial por follarte a la putita? Ya sabemos que no estás acostumbrado a una tía así, pero con lo golfa que es esa, lo raro es que te haya costado tanto” “Vale ya, dejarle en paz de una vez, joder” intervino Ricardo poniéndose entre ambos.

Yo estaba rojo de rabia, quería lanzar sillas y mesas y reventar la cabeza de Santi contra la barra. Pero, realmente, no sabía si la rabia que sentía era porque me hubiera humillado y ridiculizado una vez más, como tantas otras veces, o porque supiera que en el fondo él tenía razón… Quizá había sido un iluso por estar convencido por un momento que había “conseguido” a Rebeca, que lo nuestro no había sido un polvo más y que podía hacer de mi vida un sueño (o, más bien, una fantasía erótica permanente). Creía que por fin había conseguido lo que todos deseaban, cuando en realidad todos lo habían tenido ya y yo acaba siendo el último gilipollas en llegar. Tenía que ser realista, desde qué conocía a Rebeca, había perdido la cuenta de con cuántos tíos la había visto (a los que había que sumar otros tantos de los que no me había enterado, por lo que se ve), así que a estas alturas no me quedaba más que asumir que me había llegado el turno porque ¡ya no le quedaba nadie más a quién tirarse!

Me sentía tan jodido que estaba a punto de estallar. Y allí seguía Santi, mirándome con su sonrisa arrogante. Ese era el momento de meterle las hostias que tenía reservadas para él desde hacía muchos años y así saldar las cuentas de una vez, siendo el final más digno para ésta historia. Pero yo siempre seré el feo, tonto y gordo perdedor y él siempre será el guaperas gilipollas que acaba consiguiendo todo lo que quiere. Así que los finales dignos no están hechos para mí. El puñetazo que debía ir a su cara fue a la mesa (con la consiguiente rotura de un vaso y de dos de mis dedos) y salí huyendo del bar, a punto de llorar.

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