Aviso!!

Las entradas o "capitulos" de este blog están ordenadas del revés. Como se trata de una especie de historieta tendreis que empezar desde abajo y seguir hacia arriba.

jueves, 6 de septiembre de 2007

16. MARÍA: Número desconocido

Tras aquella noche intensa en la que conocí a Lucas, esperaba ansiosa su llamada. Eso es el problema de dar tu número pero no apuntarte el de la otra persona, que tienes que esperar a que el otro de el paso. Y en el fondo, eso a mí me viene bien, porque soy tan impaciente que acabaría dando a todos la errónea imagen de desesperada.

Sin embargo, Lucas no me hizo impacientarme demasiado. El lunes por la mañana, al encender el móvil, me llegó un mensaje que me indicaba que un número no registrado en mi agenda me había llamado a las 2:17 de la madrugada. ¡Vaya horitas, también! Pero lo importante es que había dado señales de vida. Durante la jornada laboral, me obligan a apagar el móvil, así que ese mediodía, cuando lo volví a encender, tenía una llamada de ese mismo número. ¡Qué puntería tenía para no pillarme nunca disponible! Durante la hora de la comida, no le quitaba ojo a la pantalla del móvil, deseando que volviera a sonar. Y claro, como soy una impaciente, me decidí a romper el hielo…

Mensajito: Hola! Qué tal todo? Recuperado de nuestra noche movidita? Espero que si. Me debes la mitad de un café, así que ya sabes… Un beso.

Mano temblorosa… ¿Enviar?... ¡Ok! Y ves cómo esas simples palabras vuelan en un segundo sin haber sopesado bien las consecuencias. ¡Ay! ¿Cuándo aprenderé a aguantar las ganas? Pero él me había llamado, ¿no? Así que no parecería que me moría de ganas de quedar con él, sólo que estaba siendo amable y dejando constancia de que había visto los avisos de sus llamadas. Los inconvenientes de estos actos impulsivos tan comunes en mí, es que acrecientan por 100 el ansia y la impaciencia. A cada minuto que pasa sin contestación, piensas que ya las has cagado, que te has precipitado, que has dicho algo incorrecto… mil cosas. Y así me quedé yo, hasta aquella noche, cuando la respuesta que tuve me dejó totalmente fuera de juego.

“Creo que te equivocas de persona. Ya veo que no pierdes el tiempo”

Como eran las 12 de la noche, mis neuronas estaban ya a bajo rendimiento y tardé en reaccionar. Llegué a dos conclusiones:

1) Sí, la había cagado, me había precipitado, había dicho algo incorrecto. Todo a la vez. Ese número no era de quién creía.
2) No sabía a quién había mandado el mensaje. Pero parecía que esa persona me conocía a mí, porque me estaba echando algo en cara.

Como veía que no era aquel día de suposiciones, decidí preguntar al número desconocido de quién se trataba, eso sí, por mensaje, por si acaso.

“Perdona por el error. Quién eres? Te conozco?”

La respuesta no tardó en llegar. Dos minutos después del envío, mi móvil vibraba informando de la llegada de un nuevo mensaje.

“Sí, me conociste hace tiempo. Olvidas pronto”

Vale, esa respuesta me daba nuevas pistas. Deducía que era hombre, seguramente de mi lista de ligues y claramente resentido conmigo. Teniendo en cuenta que los últimos tres se habían dado a la fuga tras un par de revolcones conmigo, los elimine por el momento de la lista de sospechosos. Todo indicaba que tenía que remontarme 2 años atrás, cuando conocí a Adrián.

Resumiré brevemente la relación que tuvimos: Por entonces, trabajaba en otras oficinas y el era uno de los comerciales con los que tenía que tratar semanalmente. Alto, guapo y tan atento, insistió varias semanas hasta que acepté cenar con él. Era todo dedicación hacia mi persona, halagándome a cada segundo. Vamos, que a más tiempo que pasaba con él, más claro tenía que… ¡no lo aguantaba! En nuestra quinta cita, no pude callarlo más y mientras me miraba con sus ojos de cordero degollado le dije: “Tenemos que hablar… sobre nosotros”. “Creía que no lo ibas a decir nunca… ¡pensaba que solo me había dado cuenta yo!”

Esas palabras me hubieran tranquilizado si no se le hubieran iluminado los ojos, dibujado una radiante sonrisa en la cara y cogido de la mano… “¡Hoy hacemos un mes!” “¿¡¡Qué!!?” Eso iba a complicar mucho el momento “no eres tú soy yo - no estoy preparada para una relación en este momento- estamos en distintas fases de nuestras vidas – podemos ser amigos - ya te llamo un día de estos para tomar un café”. Pero la cosa no acabó ahí ¡me sacó un anillo! (no de matrimonio - lo que me hubiera faltado para que me diera un paro cardiaco en ese mismo instante - , solo cómo regalo de mes-aniversario, no me quiero imaginar lo que regalaría al año…) Me empezó a echar el rollo de si era la mujer de su vida, que estaría dispuesto a todo por hacerme feliz y bla, bla, bla. No le estaba escuchando, en mi cabeza resonaba “Cállate, cállate, te mato, te mato, ¿por qué me haces esto?”. Y cuando intentó ponerme el anillo en el dedo…

“¡¡¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!” grité dando un bote hacia atrás. Todo el bar se me quedó mirando. Intenté autocontrolarme, nivelar la voz y reconducir la conversación. Toda esa parafernalia no me iba hacer achantarme, que si no, me veía a la mínima de cambio, casada con aquel plasta, tres churumbeles, 2 perros y un canario. “A ver, Adrián, a ver… ¿no crees que vas un poco rápido? ¡Cómo que un mes! Sólo hemos salido unas cuantas veces, nos estamos conociendo… eres muy buen chico…” “No te asustes, María. No te estoy pidiendo matrimonio… aún” Sonrió guiñándome un ojo. A mi me entró instinto asesino. “Sólo quiero mostrarte mi compromiso hacia ti. Yo no sólo te quiero por tu cuerpo María, no soy como los otros. Yo quiero todo contigo” “Bueno, bueno, bueno, Adrián…” Le interrumpí, no quería soportar otro monólogo culebronero más. Despojada de toda sensibilidad le dije de un tirón todo el discurso típico de “no eres tú soy yo - no estoy preparada para una relación en este momento- estamos en distintas fases de nuestras vidas – podemos ser amigos - ya te llamo un día de estos para tomar un café”, que tenía memorizado de las veces que me lo habían soltado a mí y allí se quedó Adrián, llorando desconsolado. Me dolió, oye, que no soy una chica sin corazón y menos entonces, con mis 22 añitos. Pero una mujer tiene que hacer lo que tiene que hacer… ¡huir de semejante hombre edulcorado!

Nunca lo volví a ver, a pesar de sus insistentes llamadas para volver a quedar. Afortunadamente, me cambiaron de sección en el trabajo y dejé dicho a todo el mundo que “estaba ocupada” siempre que él preguntara por mí. Mi contrato acabó a los 3 meses y me cambié a la empresa en la que estoy ahora. Hacía más de un año que sus mensajitos, primero, y llamadas perdidas tipo “sigo vivo y pensando en ti”, habían dejado de colapsar mi móvil a altas horas de la noches de fin de semana (un hombre borracho que no consigue sexo, siempre tira de agenda y “acosa” a alguna de sus “ex”).

No cabía duda que sólo él podía ser el autor de esos misteriosos e inoportunos mensajes a mi móvil.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pero bueno, teneis abandonados a los lectores!!!!!exigimos q sigais con esta historia!!!! q ya estoy enganchada y quiero más y más...besitos!!!

Anónimo dijo...

HOLA!! Muy buena la historia!! a ver si seguis escribiendo!! Saludos!