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Las entradas o "capitulos" de este blog están ordenadas del revés. Como se trata de una especie de historieta tendreis que empezar desde abajo y seguir hacia arriba.

lunes, 25 de junio de 2007

10. REBECA - Pompas de Jabón

Era automático. Sonaba el despertador, lo apagaba, esperaba tres minutos más tumbada en la cama y luego me levantaba. Después iba a la nevera, bebía un trago de agua y seguidamente me hacía fuerte en el baño. Me tiraba una hora para lavarme, peinarme y maquillarme. Hora u hora y media. Pero eso no importaba porque Gema, mi compañera de piso, siempre se levantaba 2 horas más tarde que yo. Ella trabajaba en una tienda de ropa del centro y yo en una centralita de información telefónica, haciendo el relevo de las chicas del turno nocturno. De forma que yo entraba a currar a las 8 y Gema a las 10.

El caso es que ese día comencé la rutinaria secuencia otra vez… Me levanté, me bebí el último trago de agua que quedaba, fui al baño, me senté en el retrete a echar el primer chorrito del día y seguidamente me dispuse a dar una revitalizante ducha matutina. Pero ese día la cosa se torció. Me encontraba totalmente enjabonada (pelo incluido), con mi gel perfumado y mi champú con extracto de frutas exóticas y cuando fui a abrir otra vez la llave del agua; “No, por Dios…”. ¡No había agua!! “¿Y ahora qué hago?” Permanecí en la ducha unos momentos pensando en posibles soluciones mientras intentaba quitarme el jabón del cuerpo con las manos… “¿Me seco así tal cual, con jabón y todo? ¿Llamo a Gema a ver si puede hacer algo con lo del agua…?” No quería ponerme a gritar a esas horas de la mañana (por no despertar a los vecinos, porque por Gema me daba igual), así que opté por intentar secarme así, a pelo, llena de jabón. Y ahí llegó lo bueno. Abrí con decisión la cortinilla de la ducha y en el mismo instante que levantaba el brazo para coger la toalla se abría la puerta del baño… “¡Gema!, estoy salvada!” pensé. Pero no, no era Gema. Era una especie de ogro de las cavernas con el pelo despeinado y pijama a rayas. Era Roberto, el nuevo y simpático rollo de Gema. Hasta que la puerta no quedó totalmente abierta y Roberto dentro del baño, no se dio cuenta de que yo estaba allí. Quedó paralizado al verme ahí, en pelotas y totalmente enjabonada. Nunca había visto unos ojos tan abiertos. El caso es que extrañamente yo también quedé paralizada. Pasaron varios segundos hasta que ambos reaccionamos, yo lanzando un grito y tapándome con la toalla y él disculpándose mil veces y tapándose los ojos. “¡Lo siento! ¡No sabía que estabas aquí!”. “¡Y yo no sabía que tu habías pasado aquí la noche! ¡Hubiera puesto el pestillo!”. Estábamos los dos más rojos que un tomate. En su holgado pantalón de pijama a rayas se podía adivinar una erección. Me quedé mirando ese bulto. Roberto, que estaba con los ojos tapados pero dejando un huequecillo para poder ver (que tigre!) medio sonríe y se tapa el paquete, “Te juro que ya me he despertado así”. Yo sonreí y le contesté; “Si, pero ¿a que ahora ya no se te baja?”... Roberto dio media vuelta y cerró la puerta al salir. Que cabrona soy a veces… Empecé a quitarme el jabón con la toalla con cara de asco (no sé porqué me daba asco, si era jabón y no mierda) y segundos más tarde se oyeron unos golpecitos en la puerta y la voz de Roberto: “Tápate otra vez que voy a pasar”. Así hice; “Ya, ¡pasa!” y el buen hombre traía en sus manos sendas botellas de agua mineral. “Toma, haz lo que puedas con esto”. ¡Qué majo!, los subnormales que me ligo en las noches de fiesta no hubieran sido tan amables “¿Cómo te has dado cuenta?” “Porque cuando he abierto la nevera y he visto que no había agua en la botella, he intentado llenarla en el grifo pero no he podido… lógicamente, jejeje”. Al pobre chico se le notaba nerviosillo; le temblaba la voz, miraba hacia el suelo y seguía empalmado… “Entonces has mirado en la despensa y has visto estas dos botellas, ¿no?” “Sí. Ahí las he visto”… “Muchas gracias Roberto, eres un sol” me acerqué a él, cosa que le puso aún más nervioso, y le besé la mejilla a la vez que apretaba mis pechos contra su hombro… Roberto me lanzó una tímida sonrisa y volvió a salir del baño sin decir nada. Qué cabrona soy a veces…

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